• relato

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    – Nada de eso, Tito -cogió su vaso y lo puso a la altura de sus ojos-. Cabrón -los hielos que aún no se habían convertido en agua chocaron contra el cristal-. No tienes ni idea -se limpió el esputo de la comisura de la boca con la mano-. Ahora se llama el Jardín Escondido, y ponen solo reguetón y música así -bebió los restos del cubata aguado-. Lo que era el Mercedes ya no existe -el minúsculo esputo burbujeante volvió a aparecer-. Así que olvídate de la camarera aquella que nos invitaba a los chupitos. Y Tito lo miró con ojos de agua. Y los dos volvieron a reír…